viernes, 14 de junio de 2013

Volar a EEUU ...


   Volar a EEUU es un coñazo.

    Es un coñazo porque exigen la ESTA. Una Autoriación de Viaje que únicamente puede solicitarse vía Internet y cuesta 14$. De esta manera se aseguran que posees una tarjeta bancaria.

    Es un coñazo porque exigen un billete de vuelta o continuación que te saque del país en el caso de que seas rechazado en Inmigración. Sí, eso que tantas veces hemos visto en las "pelis" y que ahora nos tocaría vivir en primera persona. Esto te obliga a adquirir un billete reembolsable, y aunque recuperas tu dinero si no lo usas porque todo ha ido bien, suelen costar una pasta, que tienes que adelantar de tu presupuesto, y créeme, no te hace ni pizca de gracia.

    Y es un coñazo porque las Compañías Aéreas se vuelven intransigentes en situaciones en las que de otra manera se muestran más comprensibles. Nadie quiere problemas con los Yankees.

    A todo esto hay que añadir, que somos Ciudadanos Europeos, y que no tenemos ni la mitad de trabas que tienen Ciudadanos de otros Países.
   Y ya en el Aeropuerto de Frankfurt y con los dedos cruzados nos acercarnos a la zona de facturación de Condor Air, la compañía con la que volamos. El coordinador en cuanto vió a una pareja con moreno ciclista y cara de despistados, empujando un carro con dos cajas enormes y unos cuantos bultos más, amablemente nos dirigió a un mostrador aparte, salvándonos de la cola que era significativa.

    Comprobación de Pasaportes, OK.
    Billetes de ida, OK.
    Billete de continuación (lo habíamos gestionado con Canada Air desde Anchorage a Vancouver), OK.
    ESTA, OK.
 
                                

   ... Y todo fue como la seda. En 5 minutos estábamos empujando nuestro carrito con el equipaje de mano, en busca de un café que marcaría el inicio de la espera hasta ser llamados para embarcar.



   10 horas de vuelo más tarde aterrizamos en Anchorage. Al Control de Inmigración se accede por dos filas que separan ciudadanos estadounidenses de los que no lo son. El Oficial que nos atiende, de claros rasgos hispanos, lleva una chapita colgada en el bolsillo de su camisa en la que reza su apellido, VALDIVIA. En cuanto tiene nuestros pasaportes en sus manos nos atiende en castellano. Medio charlamos, medio bromeamos. Toma de huellas y foto, y nos brinda con un Bienvenido a los EEUU, deseándonos suerte en nuestro viaje.
 

  

   Mike el Oficial del Control de Seguridad, un tipo muy amable, al ver las bicis con síntomas de haber rodado, nos informa que por garantía sanitaria hay que lavarlas, y le echo una en la manipulación. Agradece el gesto y se despide de nosotros con un apretón de manos y otro Bienvenido a los EEUU. Suerte!.

    De vuelta a la sala, Se le acerca una compañera y bromea con él acerca de la limpieza de las bicis. En su chapita reza: FERNANDEZ. Vaya!, llevas apellido español. Nos sonríe, nos da la mano con un Bienvenido a los EEUU y nos abre paso en medio del gentío hasta la salida.
   ¿Es o no es ésta manera de entrar por la puerta grande?.

    Y entonces nos encontramos con Linda, nuestra Warm, que hizo hueco en su coche para las bicis empaquetadas, el equipaje de mano, y dos españoles somnolientos que entre esperas, vuelo y controles, llevaban 35 horas sin dormir, amén del desfase horario. Y en su casa nos quedamos una semana, recuperándonos, armando las bicis, visitando la ciudad, ultimando algunas compras, riendo y esperando a que abrieran la Denali Highway, que este año está hasta arriba de nieve, y cada vez que intentan abrirla, les llega otro frente.
   Así que desde Anchorage en Alaska, The last frontier, un beso americano para tod@s!.

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